Los mocitos. Hatorxtu 2010
Hator, hator, mutil extera ...
Post de Patxi Meniburu enviado por Ramón Ibarrola.
--Del blog de Patxi Mendiburu [–>]:
Te extrañará el nombrecito. Hatortxu. Ese -txu, a veces -txo, es un diminutivo. Los diminutivos suelen ser, y en este caso sin duda, cariñosos. Y el “hator”, ya sabes, “Hator hator mutil etxera…”. “Ven, ven, mozo, a casa”, que dice el villancico.
Hace ya varias décadas que los proetarras se apropiaron de él para, especialmente en navidades, pedir la vuelta a su casa de sus presos.
Ahora el lema viene ya actualizado: “…hator hator neska mutil etxera…”, “ven, moza-mozo, a casa”.
Pero ya no engañan a nadie, salvo a quien quiere dejarse engañar.
Como Millán Astray, gritan “¡Viva la muerte!”, aunque en versión vasca: “Euskadi ala hil!” (Euskadi o muerte. Bueno, hoy dirían “Eskalherria” en vez de “Euskadi”). Habitualmente, la muerte de los demás.
Y pretenden celebrar un concierto para homenajear a personas (?) juzgadas y condenadas como asesinos.
Diría Mariví: ¿Os imagináis un concierto para homenajear a violadores, maltratadores, estafadores, pederastas…?
Y esto, si la autoridad no lo impide, va a ocurrir en Navarra, concretamente en Villava, en terrenos cedidos por el alcalde de Villava, Peio Gurbindo.
Como diría mi hermanico Nacho: “¡de locos!”.
Hacia 1980, años de plomo, fuimos a ver a Caro Baroja a Itzea, su casa de Vera de Bidasoa (hoy Bera, a secas). Y hablando del tema del terrorismo no encontraba ninguna explicación. “Algún virus”, decía aquel sabio.
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Publicado hoy en el Diario de Navarra:
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Un concierto profundamente insolidario
--Decía Yehudi Menuhin que la música “representa una fuerza desconocida en la sociedad”, que es un instrumento “capaz de hacer mover las cosas”. Es una frase quizá grandilocuente, pero en el pasado más reciente hay decenas de iniciativas que la avalan. Incluso el pop-rock se ha convertido a veces en un argumento poderoso contra la guerra o la pobreza cuando ya las razones convencionales se antojaban insuficientes. La cita pionera de Woodstock (1969) en la época de Vietnam, los conciertos a favor de Bangladesh (1971) o Kampuchea (1979), los que se organizaron en 1984 y 1985 en beneficio de África, o las iniciativas que unieron a artistas de todo el mundo en la lucha contra el apartheid (1985) o contra el sida (1992) forman parte de la banda sonora del siglo XX.Navarra, sin embargo, podría pasar dentro de pocos días a la historia por acoger una iniciativa musical que persigue justamente lo contrario: ahora no se trata de reclamar la atención pública sobre una injusticia o una epidemia, sino de homenajear a un grupo de criminales que cumplen condena por haber asesinado a casi un millar de personas y por haber hipotecado la normalidad de su país, la de todos nosotros, durante las cuatro últimas décadas.
La cita tiene nombre propio (“Hatortxu Eguna”), pretende reunir a ocho grupos musicales y, si nadie lo remedia, se celebrará en Villava el próximo 9 de enero. El encuentro no es una novedad. El “Hatortxu” del año pasado se llevó a cabo en Lakuntza el 21 de junio y la crónica que publicó Gara al día siguiente dejaba pocas dudas sobre la naturaleza y al alcance del festival: “El gran escenario que en las noches anteriores acogió los conciertos más numerosos se quedó pequeño en el acto que congregó a miles de personas para denunciar la política de dispersión del Estado español y francés hacia los presos políticos vascos”, se puede leer en la crónica. Y también: “Las fotos de 740 presos en manos de familiares y amigos abarrotaron el escenario y la gente respondió en masa al llamamiento de la organización”. Entre canción y canción se proyectaron algunos vídeos. Uno mostró “la represión de los últimos treinta años por parte de distintos cuerpos policiales” y otro quiso recordar a los demás pueblos del mundo «que sufren el imperialismo y la represión», incluidos los tamiles de Sri Lanka.
Estas referencias pretendidamente solidarias encierran siempre una paradoja irresoluble: tiene triste gracia que los organizadores del “Hatortxu Eguna” sean capaces de extender su apoyo hasta un remoto país del sudeste asiático cuando sin salir de Lakuntza y de la Barranca —o de la Sakana, si prefieren—, podrían haber encontrado decenas de personas que reprimen en silencio su miedo y que conviven con la posibilidad perfectamente real de que les peguen dos tiros. Pero, claro, cómo iban a reparar en ellos si estaban ocupados en la organización de un festival cuya finalidad era justamente la de exaltar a los verdugos, a todos aquellos que han preferido resolver a tiros o con bombas o con secuestros las diferencias con sus vecinos. Es decir, a todos aquellos que han dedicado las últimas décadas a practicar la represión en Lakuntza y en el resto de Navarra y de España con quienes no compartían sus soflamas imperialistas y trasnochadas.
En los últimos años, los presos se han convertido en la excusa humanitaria de un colectivo al que apenas le quedan otros argumentos. Ningún hombre ha nacido para estar encerrado entre cuatro paredes, es verdad. Y nadie puede dejar de admitir en ese sentido la dureza de la cárcel. También es cierto que la reclusión impone frecuentes sacrificios a los familiares. Pero la cárcel forma parte de los mecanismos que la sociedad ha creado para protegerse: no es un fracaso, como pretenden algunos, sino un medio para reducir o evitar males peores. No es un drama tener que viajar a Canarias para visitar a un hijo encarcelado; el verdadero drama es tener que resignarse a que los restos del padre o del hijo o del amigo descansen antes de tiempo en un cementerio. Organizar un concierto para homenajear a quienes los llevaron a la tumba es una afrenta intolerable. Y permitir que ese concierto se celebre equivale a renunciar a los principios más elementales. Algún día la Historia nos pasará factura a todos por permitir actos como el “Hatortxu Eguna”.
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Firmado por Mendiburu, y dos más, en nombre de Libertad Ya (la versión navarra de Basta Ya)
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Fuente: