Oh, pobre, pobre Phil
Phil Jones, centro del escándalo del ClimateGate y los emails filtrados, ha hecho una entrevista lacrimógena en el Sunday Times tratando de despertar simpatía y disculpa[–>]. Que si he llegado a pensar en suicidarrme, que si lo he superado gracias al amor de mi nieta de cinco años. En la entrevista no dice nada de la conclusión de la investigación. Que se negaron ilegalmente a mostrar los datos que les pedían, pero que no se les puede perseguir judicialmente porque la ley está mal parida, y solo da un plazo de seis meses entre los hechos y la demanda, y ya han pasado.
Iba a comentar el asunto, pero alguien lo ha hecho mejor de lo que yo pueda hacerlo, así que lo robo. Viene de The Air Vent, de TinyCO2, en este –> comentario. traduzco:
Yo siento cierta simpatía por Jones.
Pensad en los científicos del clima de antes. Trabajando silenciosamente, creando reconstrucciones de temperatura que no le interesaban a nadie, pero todo el mundo pensaba que eran de lo más inteligentes. Intentando crear predicciones que no funcionaban –pero estaba bien porque nadie las creía en cualquier caso. Midiendo temperaturas y, si los datos resultaban un poco chapuceros, los inventabas. Lo mejor de tu trabajo era cuando publicabas tus resultados en una revista aburrrida y tus aburridos revisores decían que qué gran investigación habías presentado. Todo el mundo era pobre y poco apreciado, pero feliz.
Entonces el ¡bum!. Unos pocos de vosotros decidisteis que el CO2 va a calentar el planeta y todo el mundo quiere vuestros datos. ¡Oh cielos!. es excitante. Entrevistas, conferencias, DINERO, todo empieza a rodar. Olvidas que ni tus datos ni tu teoría son precisamente a prueba de bala y te enredas en una cruzada para salvar el planeta. No solo tú, todos tus colegas y amigos están disfrutando también de los buenos tiempos.
Todo el mundo te dice lo importante que es tu trabajo, y de repente no queda tiempo para volver atrás y atar los cabos sueltos. Los políticos y los periodistas te estimulan para exagerar, y tu conciencia está tranquila porque teemos que actuar AHORA.
Y entonces llegan algunos blogueros latosos pidiéndote ver las pruebas. ¡Oh dios! Como tu madre cuando aparece y tienes toda la ropa desordenada. Sabes que tienes que dejarle pasar, pero tu no quieres, no quieres. Así que lo retrasas. esperando que los escépticos se vayan y dejen tus datos chapuceros tranquilos. La solución sensata sería ponerlos en orden, pero hay demasiadas conferencias que dar, y cocktails, y premios Nobel que atender como para ponerse con ese trabajo.
¡Joder! y ahora aparece el FOI, exigiendo tus datos por la ley. Tarde o temprano vas a tener que entregarlos. Salvo … eso es, rechaza todas las peticiones. Eso te da algún tiempo. Refunfuñas y gimes sobre los coñazos de los blogueros. ¿Acaso no saben que aunque tus datos sean un desastre TIENES razón, y que deberían dejarte tranquilo para hacer tu importante trabajo de seguir siendo IMPORTANTE?
Pero empiezas a mirar mejor tu trabajo y ¡horror! Hay partes básicas que no están o que están obviamente mal. No puedes mostrar eso, se van a reir de ti y el mundo no te va a tener más por un héroe. Así que te acojonas y empiezas a combatir activamente a los blogueros. No importa lo razonables que sean, son tu enemigo, y vas a luchar.
Entonces el escándalo ClimateGate, y se acaba el juego.
Todo sería perdonable excepto que … incluso un idiota debería haber visto que una vez que hay trillones de dólares en la apuesta, tarde o temprano los datos y la teoría van a tener que estar inmaculados. Y Phil Jones no es un idiota, ¿no?
No más que los otros climatólogos que están escondiendo su propia ropa sucia bajo el sofá.