La roja me la trae floja.
Y lo siento, pero acabo de descubrirlo, con gran asombro.
No es que no sea futbolero. Me solía gustar, y sobre todo los partidos internacionales y de la selección. Y siempre he seguido y apoyado a cualquier equipo español, contra uno de fuera, aunque se tratara del Barsa. Hasta hace unos años, cuando me entró alergia por la televisión. Pero sí vi, y disfruté, varios partidos de la Selección Española el último Campeonato de Europa.
Y de repente hoy me encuentro que podía ver el partido de España, y he dudado si verlo. Al final me he animado yhe hecho la escalada hacia la tele, que tengo en una especie chori toqui, muy a desmano. Y sí, claro, me apetecía que ganara España. Pero ni medio nervio; no me importaba si perdía. Ni medio ¡huy! ante las innumerables ocasiones que parecen necesitar hacer para cada gol que meten. Y al final contento, pero no tanto. Algo así como desde lejos.
¿Menuda anormalidad, no? Lo es, si normal es lo que me pasaba hasta ahora. Vibrar con los equipos españoles. ¿Como se explica el cambio?
Solo se me ocurre buscar precedentes. Y hay uno: el Athletic de Bilbao. Hace mucho tiempo que su suerte me resulta por completo indiferente. No es que quiera que pierda, solo es que me da igual lo que le pase. Y antes era “mi equipo”, por supuesto. No me perdía una final de copa, en el campo mismo, cuando llegaba. La última la perdió contra el Atlético de Madrid, por un gol de Hugo Sánchez, que todavía me parece como si me lo metiera a mi. Hasta que dejé de apreciar la representación de una ciudad que me parece despreciable. O a los futbolistas de un equipo que se encojen de hombros cuando los matones amenazan a uno de los suyos.
No me pasa con los deportistas individuales. Sigo con entusiasmo a Rafa Nadal o a Fernado Alonso. Pero los equipos toman el nombre de la comunidad, por mucho que quieran disfrazarlo con eso de “La Roja”. Y se conoce -lo acabo de descubrir, que tal vez no puedo poner mi afición, ni mi pasión, por el equipo de una nación que no se respeta a sí misma. Y que veo lanzada de cabeza a la pura mierda.
Lo siento. Disculpadme. Tiraré ceniza sobre mi cabeza como penitencia. Pero eso es lo que me ha pasado viendo el partido de hoy, y lo cuento. Y espero sinceramente que lo que me pasa sea por raro, y no por adelantado.