El rey asado.
Hilarión
En este tiempo nuestro de reyes en pernetas y chanclas paseando por Mallorca, y depizpiretas dependientas que te tutean de primeras como si hubiesen ayuntado algunavez contigo, uno casi echa de menos aquel tiempo de los Austrias, con su estrictoprotocolo cortesano, el más complicado de Europa, y su escrupuloso seguimiento delas normas del honor y el tratamiento. Seguimiento que llevó, por ejemplo, al conde deLodos a estoquear al cochero del arzobispo por haber rozado y arañado con su carrozael coche de caballos del conde en la Calle Mayor de Madrid. O al incidente que a espadadesenvainada protagonizaron el conde de Lemos y Don Juan de Zúñiga, junto a susciento cincuenta acompañantes entre séquito y criados, porque el uno se dirigió al otropor señoría en vez de excelencia, y el otro respondiole vuesa merced en vez de señoría.Rodríguez Villa nos cuenta como para que el rey pudiese tomar un sorbo de vino en lacomida, era necesaria la intervención de cinco funcionarios palaciegos más un piquetede la guardia: el ujier de sala, el gentilhombre de boca, el copero, el sumiller de bodega,el ayudante de sumiller, y el médico de semana, por cuyas manos, en complicadísimoritual, iban pasando vino y copa desde la bodega hasta el regio gaznate. Y que a nadie sele ocurriese tocar la copa antes de que le correspondiese, pues rápidamente brillaban losaceros toledanos.
En este contexto no es de extrañar que Ricardo Sepúlveda nos cuente en Madrid Viejo(1887), que el primer viernes de Cuaresma del año 1621, estaba despachando el Rey yteniendo al lado un brasero muy fuerte que le molestaba, llamó al asistente de la RealCámara, marqués de Povar, para que lo retirasen un poco. Ahora bien, como entre lasdignidades del marqués de Povar no se encontraba la de poder mover el brasero real,salió y comunicó al duque de Alba, gentil-hombre de guardia, que sería conveniente retirar el brasero que molestaba a su Majestad.
-Vea vuesa excelencia -respondió el de Alba- que el único que puede hacerlo es elduque de Uceda que es el sumiller de corps.
-Pues apurémonos en avisarle, vuesa excelencia, pues su Majestad se está socarrando.
Se buscó al de Uceda, pero este había salido de palacio por “asuntos propios”. Nosabemos donde estaba, pero si la cosa hubiese ocurrido en nuestro siglo, sin lugar adudas la respuesta que hubiesen recibido los gentilhombres hubiera sido:-Pues no está; ha bajado a desayunar ¿quieren que le deje algún recado?
Pero no ocurrió así, porque en aquellos tiempos no existían aun las oficinas y portanto no se desayunaba a las diez, y a las doce, y a la una de la mañana. La cuestión esque mientras enviaron unos propios a buscarle, estos lo hallaron, se presentó y apartóel brasero un par de metros, acabó el rey de asarse bien asado, de tal modo que fueatacado por una fiebre violenta que devino erisipela, a causa de la cual falleció el día26 de Febrero de aquel año del Señor de 1621. Nos quedábamos sin rey, pero el honor,atribuciones y dignidades de todos y cada uno de los habitantes de palacio, empezandopor el mismo rey, no sufrieron menoscabo. Surrealistas tiempos. ¡Qué maravilla!Parece ser que este relato tuvo su origen en el embajador francés Bassompierre. Loshistoriadores hispanos niegan la historia vehementemente, calificándola de leyendapergeñada por el gabacho con el único fin de ridiculizar el protocolo de la corteespañola, sin duda por la tradicional envidia que nos tienen. Pero si non è vero, è ben trovato.
[caption id=“attachment_15502” align=“aligncenter” width=“168” caption=“El infortunado protagonista de esta historia.”][/caption]