Prohibir
Hilarión
La humanidad es muy lela y siempre hace cosas que le perjudican, de ahí la necesidadde que alguien que sepa lo que le conviene la obligue a ir por el recto sendero. Algoasí debió pensar el tercero de nuestros Felipes, que preocupado por lo que considerabaexcesiva ostentación de las clases altas y por la relajación de las costumbres de lasaltas y de las bajas, y de la continua mofa y befa al sexto mandamiento, decidió, por elbien público por supuesto, qué tenían que vestir y qué no sus súbditos. Así emitió unaordenanza y un bando, allá por año 1600, estableciendo con qué había que vestirse.Desconozco el contenido literal de la ordenanza, pero sí que tengo el del bando y no meresisto a repetirlo:
«Manda el Rey nuestro señor que ninguna mujer, de cualquier estado y calidad que sea,pueda traer ni traiga guarda-infante, por ser traje costoso y superfino, penoso y pesado,feo y desproporcionado, lascivo, deshonesto y ocasionado á pecar, así las que lo usancomo los hombres por causa de ellas, excepto las mujeres que, con licencia de lasjusticias, públicamente son malas de sus personas y ganan por ello.»
Item: que ninguna basquiña pueda exceder de ocho varas de seda, y al respecto enlas que no fuesen de seda , ni tener más que cuatro varas de ruedo, y que lo mismo seentienda en faldellines, manteos, ó lo que llaman polleras y enaguas.
»Y también se prohibe que ninguna mujer, que anduviere en zapatos, pueda usar ni traerverdugados, ni otra invención, ni cosa que haga ruido en las basquiñas, y que solamentepueda traer los dichos verdugados con chapines, que no bajen de cinco dedos.
«Asimismo se prohibe que ninguna mujer pueda traer jubones, que llaman escotados,salvo las mujeres que públicamente ganen con sus cuerpos, á las cuales se les permitepuedan traer los dichos jubones, con el pecho descubierto, y la mujer que lo contrariohiciere incurrirá en perdimiento del guarda-infante, basquiñas, jubón y demás cosasreferidas, y 20.000 maravedís por la primera vez. Por la segunda, pena doblada ydestierro de esta corte y cinco leguas.
«Item: los sastres, juboneros, roperos y otros cualesquiera oficiales, que cortaren ómandaren hacer ó hicieren basquiñas, manteos, polleras y jubones, y cualesquiera otracosa contra lo de susodicho, desde el de su publicación, caigan en la pena del valor delas basquiñas y jubones y en 40.000 maravedís.
«Por la primera vez sea desterrado de la ciudad, villa ó lugar, por tiempo de dos años precisos, y por la segunda llevado á un presidio por cuatro años.»
El éxito obtenido por el bienintencionado rey fue nulo. La prueba está en que el bandoque acabamos de leer era su segundo intento de meter en vereda al personal, y que añosmás tarde su hijo, el cuarto Felipe, tuvo que emitirlo otra vez corregido y aumentado...con éxito similar. Opino que aquel intento de establecer por ley las costumbres y gustosde los súbditos fue una niñería comparado con lo de hoy, donde dentro de poco hastanos van a prohibir llamar feo a Ibarreche. Lo curioso es que ahora, cuando somos muylibres y muy demócratas, la sociedad acepta sumisamente las peores mentecateces, y enaquel entonces, con una monarquía autoritaria, ¡en tiempos de la Inquisición!, la gente se tomaba estas cosas a cuenta de inventario.¿Será porque el monarca autoritario tenía menos medios coactivos que el democráticoestado actual? ¿Será que el monarca autoritario lo era menos que Pajines, Bibianas yTrinis? Igual repasando la Historia descubrimos con pasmo que líderes autoritarioshispánicos, los Austrias, Franco y otros, en muchos aspectos eran menos autoritariosque los demócratas de toda la vida actuales.
¿Será porque la “sociedad civil” de aquel entonces era más rebelde y amante de laslibertades que la actual? No lo creo, pero lo cierto es que era la época de los pícaros,mientras la de ahora es la de los sinvergüenzas que, para mí, es una categoría muyinferior; era la época en que a muchos españoles no les importaba meterse en uncascarón de madera, cruzar en él un océano y allí con un trozo de hierro en la manoconquistar territorios tan vastos que en ellos cabía muchísimas veces la vieja pielde toro, cosa que ahora muchos no haríamos ni bien rellenos de vino. Creo que,efectivamente, la sociedad, sus miembros, eran de otra pasta.
Y un siglo después ocurrió lo de Esquilache, también con la vestimenta de por medio, pero eso es otra historia con otra moraleja.
(El guardainfante, vestido que según el bando era “lascivo, deshonesto y ocasionado apecar, así las que lo usan como los hombres por causa de ellas”)