Prohibicionismo ilustrado
Hilarión
Sostiene el tópico que el personal actúa políticamente (vota) pensando en su cartera. Lo dudo. Me vienen a la memoria las últimas legislaturas de Felipe, con el parodisparado, el PIB hundiéndose, y la gente votándole alegremente. Perdió por la mínimaen 1996 más bien porque sus incondicionales le abandonaron por culpa de las “políticasantisociales”: los contratos basura, el pensionazo, y porque sus condicionales seaburrieron de él. Lo mismo que le está pasando a Zeta. Hay otros antecedenteshistóricos que nos dicen que el personal cuando se mueve de verdad no lo hace por eleuro, sino por otras cosas. Tomemos por ejemplo el motín de Esquilache, que no sé porqué se llama así ya que Esquilache no se amotinó nunca.Cuando Carlos III viene de Nápoles a sentarse en el trono de España, cual modernoentrenador de fútbol se trajo de allí a todo su equipo de colaboradores, entre los cualesdestacaba Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache. Esquilache, derramandodespotismo ilustrado a su paso, quiso modernizar esto empezando por la capitaldel reino: alumbrado público, pavimentación, alcantarillado, el Prado, casi como lo conocemos ahora, y los monumentos que lo jalonan, hoy día santo y seña de la ciudad.Pero en economía fue un desastre: sobrevino una carestía brutal de los alimentos,especialmente del pan, que enfadó a la gente que no pasó de eso, del enfado. Y heteaquí que en este contexto de cabreo emitió un decreto, año de 1766, por el cual seprohibía el uso de la capa larga y el sombrero chambergo que debían ser sustituidospor la capa corta y el sombrero de tres picos. La razón oficial era para evitar que conlas tradicionales prendas se embozasen caras y se ocultasen armas (ya apareció el biencomún), aunque, según he leído, Julián Marías era de la opinión de que en el decretosubyacía un afán estético: aquellos zafios madrileños con sus antañonas prendas noencajaban en el ideal estético de aquellos ilustrados tan europeos. Ni que decir tieneque su éxito fue el que sabemos que tuvo Felipe III: nadie hizo caso. Entonces elmarqués que era déspota, aunque ilustrado, ordenó a los alguaciles que se detuvieraa los infractores y que fuesen conducidos ante unos piquetes de sastres, que con doscortes de tijeras y cuatro pases de aguja ponían de acuerdo prendas y reglamentos.
¡Hasta ahí podíamos llegar! El Domingo de Ramos de aquel año dos “crudos” deLavapiés se pasearon provocativamente vestidos de prohibido ante el cuartelillo de losalguaciles en una plazuela del centro. Al salir los alguaciles a detenerlos aparecieronpor las bocacalles unas multitudes que los pusieron en fuga y arrasaron el cuartelillo. Lacosa, se ve, estaba preparada. Luego tomaron las calles, asaltaron la casa del marqués, yse dirigieron a Palacio, donde les recibieron a tiros. Ya había muertos. La cosa se puso tan fea que a Carlos III no le quedó más remedio que salir al balcón y prometer que sí,que les concedía lo que fuese. La gente se calmó pero el rey no, pues con mucho miedosalió esa misma noche a uña de caballo hacia Aranjuez de donde dijo que no pensabamoverse. Las masas, al enterarse, se sintieron engañadas y asaltaron almacenes (porfin se acordaron del pan), cuarteles, se armaron, destruyeron los faroles nuevos… Yasí durante días. Los desórdenes se extendieron por todas partes: Cuenca, Zaragoza, LaCoruña, Oviedo, Santander, Bilbao, Barcelona, Cádiz y Cartagena… El rey, en un sinvivir, llamó al Conde de Aranda que se presentó en Madrid con el Ejército de Levanteal completo. Aranda, que conocía el paño mejor que los napolitanos, en vez de entrar enMadrid a la bayoneta habló y convenció a nobleza y Gremios Mayores de la bondad dela nueva moda. Con el pueblo llano no habló, pues era mucha gente, pero lo que hizofue ordenar que los verdugos usasen como uniforme del oficio, tanto en su ejerciciocomo en su vida particular, la capa larga y el sombrero chambergo. Mano de santo: elpueblo aborreció rápidamente las clásicas prendas y cambió sin más a la capa corta y alsombrero de tres picos. Esquilache fue devuelto a su tierra, el rey volvió a Palacio y elpan siguió costando lo mismo.
Lo que no consiguió la hambruna lo consiguió el atuendo: ¿de verdad que la genteactúa políticamente pensando en la cartera? Y se me viene a la cabeza otra cosa: ¿Cómohubiese reaccionado el sabio pueblo de aquel entonces si en tugurios, figones, tabernas,garitos, posadas y mesones… le hubiesen prohibido fumar?