Lenguas y contradicciones por doquier
Álvaro Ballesteros
En El Imparcial:Puede que muchos ignoren su existencia, pero hay una importante organización internacional que cubre una amplia región geográfica: de Vancouver a Vladivostok, de Norteamérica al lejano oriente post-soviético. Esta organización internacional incluye entre sus Estados participantes a EE.UU. y Canadá, a todos los miembros de la UE, a todos los Estados europeos extra-comunitarios, y a todas las repúblicas que formaban en su momento la URSS. La organización en cuestión opera desplegando misiones internacionales en las que expertos enviados por sus respectivos países trabajan en diferentes campos: desde vigilancia de fronteras, reformas de cuerpos y fuerzas de seguridad, reforma de la administración pública, lucha contra el crimen organizado y la discriminación racial/étnica, verificaciones de acuerdos de alto el fuego, desarrollo de programas de educación en escenarios post-conflicto, reformas de desarrollo municipal y descentralización, y miles de actividades más.
Precisamente en la propia página web de la organización aparecía en agosto de 2008 una nota de prensa que me viene ahora a la memoria cuando rememoro el penoso espectáculo dado por nuestros representantes en el Senado. Dicha información explicaba las actividades en el campo educativo que la mencionada organización llevaba a cabo en la república ex—soviética de Moldavia, con el apoyo y respaldo de sus 56 Estados miembros. Verán ustedes qué interesante les resulta lo de Moldavia y la lengua común.
La lengua oficial en Moldavia es el moldavo/rumano, que se utiliza en las instituciones públicas y en la administración estatal. Sin embargo, hasta 2008, los diversos grupos nacionales existentes en el país utilizaban a diario el ruso como lengua franca, tal y como era común en tiempos de la antigua URSS. Desde el final de la Unión Soviética, la administración estatal moldava se enfrentaba al enorme reto que suponía integrar a ciudadanos de distintas lenguas y dar empleo a trabajadores que no hablaban la lengua oficial del Estado. Y así, para ayudar a superar esta barrera lingüística entre los distintos grupos nacionales en Moldavia, los expertos en educación de la organización internacional de la que les hablaba comenzaron en 2008 a trabajar en un proyecto cuyo objetivo era expandir la educación en la lengua oficial del país a los trabajadores de las regiones donde la lengua primaria era el ruso o el turco/gaugaziano. Los esfuerzos en el marco de este proyecto comenzaron muy pronto a mostrar resultados positivos basados en una lógica muy simple: respetando la identidad cultural de los distintos grupos que viven en Moldavia, es esencial comprender que el compartir una lengua común tiene un valor esencial para crear puentes entre la población del país y asegurar el desarrollo democrático del Estado, en cuyo funcionamiento todos sus habitantes pueden integrarse plenamente. Algo meridianamente claro, ¿no les parece?
Es decir, que al ser España miembro de la organización en cuestión, financiamos junto a los otros 55 Estados miembros programas educativos en Moldavia cuyo objetivo es fomentar el uso de la lengua oficial del Estado moldavo para reforzar ese nexo común entre sus ciudadanos, facilitando su integración y su interrelación de modo democrático. Interesante, ¿verdad?
Ahora, volvamos la mirada a la imagen de nuestros representantes en el Senado, comunicándose entre sí a base de “pinganillos”. Para justificarlo, Zapatero se echa al monte diciendo a los medios que apoya “el uso de las distintas lenguas cooficiales en el Senado porque todas ellas son españolas”. Algo de cajón hasta en León. ¿Es que alguien ha cuestionado en algún momento que vasco, catalán, valenciano, gallego y castellano sean todas lenguas españolas? La habilidad de este hombre para salirse siempre por la tangente es simplemente escalofriante. Por otro lado, el ministro Caamaño nos sale con aquello de que comunicarnos en el Senado a través de la traducción simultanea (entre senadores que hablan castellano perfectamente) es algo que “nos hace más fuertes”. La pena es que nuestros políticos nunca acaban del todo sus gloriosas diatribas. Díganos, Sr. Caamaño, y ¿cómo exactamente nos hace eso “más fuertes”? Quizás sea desde la misma óptica con la que el Secretario de Organización del PSOE defendía hace unos días que el desarrollo del Estado autonómico en España ha sido todo “un éxito”. Sin duda, Sr. Iglesias, un exitazo de todas todas para nuestra clase política y sus redes clientelares, no hay quien lo dude. Se permitía don Marcelino poner a EE.UU. y Alemania como ejemplo para defender el actual Estado autonómico, diciendo que ambos son “países de éxito”. Desde luego que lo son (funcionando en sus parlamentos con una sola lengua oficial). Países tan exitosos que el gobierno Zapatero se ha permitido tener tan poca relación con ellos desde 2004. Con quien nuestro Premier ha estado abrazándose desde el primer día ha sido con Francia, cuya situación no es actualmente tan exitosa, y cuya administración territorial sigue estando basada en el centralismo. Interesante cómo los representantes de nuestro (des)gobierno echan manos de sus ejemplos sin lógica alguna, ¿verdad? Desde luego, churras y merinas no habían tenido tanto estrés ni ajetreo en nuestro país desde los tiempos de la Primera República.
Y volviendo al tema del uso irresponsable de las lenguas cooficiales en el Senado (que luego el mismo Zapatero rechaza para el Congreso, a pesar de que según su partido dicha práctica “nos hace más fuertes”), ¿es consciente el gobierno Zapatero de que gracias a su supina incoherencia España apoya unas políticas de puertas afuera que luego contradice de puertas adentro? Venga, Sr. Zapatero, vamos a rascarnos un poquito el bolín. Si no es usted consciente de estas contradicciones tan monumentales que nos hacen quedar en ridículo ante todo el mundo civilizado, ¿no cree usted que ha llegado la hora de que se plantee usted una jubilación express?
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(Gracias a José María, por avisar)