Llamadme Faisán
Faisán el Veraz tiene un problema. Es un hombre de las cloacas que quiere pasar a ser persona. Un lacayo segundón, apagafuegos de los señores, que quiere ser prima donna. ¡A sus años! Pero no tiene ni la sonrisa embaucadora y juvenil de Bambi, ni la empatía que despertaba el patillas trabucaire del sur, ni una postura política definida y centrada como el mago de los hipódromos. Ni siquiera tiene el dardo venenoso en la palabra o el ingenio del hermano de Mienmano. Por no hablar de las ideas novedosas, el aspecto sano y moderno, y la inteligencia de exposición de Borrell.
¿Qué tiene entonces nuestro Veraz para cumplir de prima donna? Apenas las manchas de las cloacas y la capacidad de mentir con impresionante veracidad. Y tal vez ha pensado que emulando a los líderes llegará a líder. Empezando por lo más fácil; quiere ser como Felipe a base de “llamadme Alfredo”. Perdón, “llamadme Faisań”.
Pues no, Ruby. Algunos periodistas torpes han caído en la trampa, siempre prestos a parecer de lo más “in”, y usar los nuevos términos. El problema es que aparte de las salvas del primer momento, flor de un día, no funcionará. Porque Rugalcaba no ha nacido precisamente ayer. Y la corrupción que no había fue juzgada y condenada. También conocemos a don Queremos saber ma non troppo. Y de Faisán el Veraz seguimos leyendo a diario.
Demasiada historia, demasiados nombres, demasiada mierda. Mejor que se dedique a lo suyo de verdad. El manejo de la cloaca, la negociación turbia, el uso del terrorismo a su conveniencia, o al menos intentarlo, y lanzar a unos españoles contra otros. Lo de “llamadme Faisán” no cuela. El Veraz siempre será el Veraz. Y Alfredo Pérez, Rubalcaba.
Pero si le hace mucha, mucha ilusión la cosa coloquial, lo podríamos dejar en Al. Como Al Capone, o Al Fredino.