Que se meta monseñor Uriarte su "reconciliación" por donde le quepa.
Monseñor Uriarte es católico y obispo. Por tanto, bueno, bueno, de verdad de la buena. Tiene una visión muy cristiana del mundo. Está lleno de víctimas. Un valle de lágrimas, donde nadie tiene ninguna culpa. Salvo Franco, supongo.
Si una querida oveja le forra a hostias a otra, por ejemplo para convencerle sobre cuál es la manera adecuada de pastar, no estamos ante una víctima, pese a las apariencias. La filosofía cristiana deja claro que se trata de dos víctimas. Al menos la eusko-filosofía cristiana. Especialmente si la oveja fostiadora ha acabado en la cárcel. ¿Se puede ser más víctima que ese pobrecito conjunto que Uriarte denomina “los encarcelados”? Por definición, no. Nada peor que la cárcel.
Bueno, si acaso las ovejas asesinadas; pero es que Uriarte tiene buen cuidado de no llamarle jamás asesinato al asesinato. Debe ser “mal rollo”. Y debe ser que la eusko- moral cristiana ha trascendido aquello del libre albedrío, tan antiguo. Esa idea obsoleta de que la oveja fostiadora ha podido elegir entre asesinar y abstenerse, y ha elegido no abstenerse. ¿Culpable? ¿Culpable de qué? ¡Será víctima!
Y llegamos al salto mortal con trampolín. La frase no es de Uriarte, sino de un Jon Landa, que en el mismo encuentro [–>] propone …
... canalizar y promocionar el establecimiento de encuentros entre diversas víctimasEn cambio sí es de Uriarte la preocupación por ...
... las resistencias que despierta el mensaje y la acción reconciliadoraNo me extraña nada. Incluso un cerebro tan embotado de ideología nacional socialista puede llegar a sospechar que la oveja fostiada no se sienta muy feliz ante la idea del "establecimiento de encuentros" con la oveja fostiadora - otra víctima, según Uriarte. Hay que vencer esa"resistencia" antes de que se produzca; no en vano estamos "alentando la paz". Y ante algo tan hermoso y tan cristiano como "la paz", no hay resistencia que valga.
Siendo todos víctimas en el valle de lágrimas, no todas las víctimas son iguales. Ni mucho menos. Hay unas que, al parecer, se resisten. O se puede presumir que se vayan a resistir. A saber por qué. Caprichos de la naturaleza. Son, en cualquier caso, un incordio. Digamos unas víctimas de mierda, en comparación a las víctimas fetén, las que quieren la paz, y la reconciliación, y superar el conflicto. Al menos, siempre que esa superación lleve a conseguir aquello que me indujo, superado el libre albedrío, a asesinar. Porque si no empezaríamos otra vez con la rueda del conflicto. Oveja que no pasta como toca, oveja fostiada, etc. A ver.
¿Cómo se le podría explicar a monseñor, suavemente, que no acaba de convencer? ¿Cómo se le podría trasladar una opinión sobre su eusko-cristiandad, sin emplear al mismo tiempo unos cuántos insultos francamente pasados de tono? Yo no sería capaz. Prefiero, modestamente, ahorrarle mi opinión, y comunicarle formalmente que se puede meter su reconciliación por donde le quepa. No la necesito, y si la necesita él, ese es su problema. A mi, me la suda.
Nadie necesita una sociedad “reconciliada”, ni sin conflictos. Sociedad, y conflicto, son sinónimos. Por eso hay leyes. Lo que hace falta no es amor cristiano, sino convivencia civilizada. Por ejemplo, no asesinar a la que te ocurre un conflicto. Por ejemplo, encarcelar a los que asesinan porque tienen conflictos. Y, por ejemplo, no enguarrando el espacio público a base de llamar víctimas a los asesinos.
¿Me entenderá Uriarte? Mi apuesta es que sí. Y que precisamente porque lo entiende perfectamente, seguirá con la misma canallada de acabar con las “resistencias” a su “reconciliación”. Pues lo tiene crudo, aviso. –
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