Cambios climáticos abruptos de verdad, y gigantes con pies de barro.
El amigo Onio tiene dos entradas muy bonitas y muy fáciles. Una es sobre en cambio climático realmente abrupto que hubo al principio de esta época dulcemente interglaciar que ahora vivimos. Al contrario de la explicación ecolojeta habitual (la culpa es del hombre pecador y su CO2), recientes descubrimientos apuntan con fuerza a un impacto de meteoro grande.
En el segundo nos cuenta la historia de los intereses mezclados, a babor y a estribor, para mantener vivo el cuento del horrible cambio climático que nos va a achicharrar.
Aprovechando lo primero de Onio, cuya conclusión es que llevamos más tiempo metidos en el interglaciar si contamos con ese meráteorito, meto un añadido. Con la obsesión calentóloga, los estudios teóricos de clima, que están en mantillas, se han desviado de lo importante a lo estúpido. Y lo importante siempre ha sido tratar de averiguar cuándo volverá el frío. Porque es muy difícil dudar que volverá, si vemos las temperaturas de los últimos cientos de miles de años. Lo actual a la derecha.
¿Alguien tiene miedo del calor a la vista de ese gráfico? Pues por si quedan dudas de qué es lo bueno y qué es lo malo, veamos los últimos 70 millones de años (le llaman Cenozoico). Es al revés, con lo actual a la izquierda.
Nadie sabe a qué se debe ese casi constante descenso de las temperaturas. Lo que sí calculan es que la vuelta de la glaciación supondría la desaparición del 90% de la humanidad. Cosa que posiblemente haría muy felices a los ecolojetas. Siempre están amenazando con catástofes, pero solo les motiva lo que parece catastrófico, como si les fuera la marcha. Entre eso, y que siempre proponen disminuir la población, no es extraño que hayan decidido olvidar la próxima glaciación.
¿Será pronto, tardará mucho? Nadie lo sabe. Y como no está de moda, no solemos estar al tanto de los últimos avances de la ciencia (la de verdad) a ese respecto. Eso es lo que hace la última entrada que quiero resaltar; ponernos al día sobre el estado del conocimiento.
Hay discusión. Saben que los ciclos de Milankovitch son la clave, pero no saben bien cómo funcionan; la importancia relativa de cada uno de ellos. Si el ejemplo bueno es el último interglaciar, la gracia no está lejos. Si el ejemplo mejor es cuatro interglaciares para atrás (y la configuración astronómica parece indicarlo así), tendríamos unas decenas de miles de años por delante. Lo único seguro es que estamos demasiado cerca del límite peligroso de frío como para andar preocupándonos por la calentología.
La entrada es en WUWT, y en inglés: