Auto de fe. Francisco Caja.
Sí, en efecto, los nacionalistas han convertido las escuelas en Cataluña en correccionales lingüísticos. Y si les parece demasiado fuerte esta calificación, ahí va esta otra: la inmersión lingüística ha convertido las escuelas en Cataluña en el lugar de una permanente tortura spritualis, en un auto de fe permanente en el que los escolares deben hacerdeclaración pública de su sometimiento a la ley de la lengua, a la lengua verdadera. La confesionalidad lingüística del poder político es tan contraria a la libertad lingüística como la confesionalidad religiosa a la libertad religiosa.
Sostener esto públicamente, es decir, la necesidad de que en una democracia la Constitución, la ley y las resoluciones de los Tribunales se acaten, te convierte en un disidente, en un enemigo de Cataluña. En el colmo de fervor patriótico los integristas de la lengua han acusado a Convivencia Cívica Catalana de “incitación al odio” por reivindicar el bilingüismo en las escuelas; un diario virtual, por supuesto subvencionado por el gobierno catalán me llama el “Radovan Karadjic de Espanya”, y aquellos integristas al tiempo que solicitan al Fiscal especial de delitos de odio que intervenga por un delito de “incitació a l’odi contra el poble de Catalunya i la seva única llengua pròpia” por el acto de pasado sábado en el teatro Goya en defensa del bilingüismo en las escuelas, acusan a los Tribunales de patrocinar el «el genocidi lingüístic i cultural de Catalunya com acabem de veure darrerament amb la suspensió del reglament d’usos lingüístics de l’Ajuntament de Barcelona».
No son estos simplemente delirios de cuatro energúmenos. Estas palabras muestran de manera ejemplar la estructura mental de lo que se ha llamado el “victimismo” de los nacionalistas. De manera magistral la mostró el inmortal Miguel Gila en una de sus viñetas: «No le des más puñaladas hombre», le espeta un transeúnte a un individuo que apuñala con ensañamiento a un pobre hombre indefenso en plena calle, y el agresor le responde. «Pues que deje de llamarme asesino”. Como siempre la víctima es convertida en verdugo.
Francisco Caja, Presidente de Convivencia Cívica Catalana.
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Hay que reconocer que no todos les llaman como corresponde: