Un debate inacabado.
Gerardo Hernández Les
A propósito del comentario de Luis Bouza [-->] sobre el artículo de La Voz de Barcelona (Rubalcaba no resuelve el problema…….), me gustaría decir que el planteamiento que subyace es muy sugerente y el debate que ha suscitado muy interesante, pero hay dos aspectos en los que me gustaría aportar un enfoque algo distinto.En primer lugar, abrigar esperanzas en una posible alianza liberal-progresista (representada por Ciudadanos) con la socialdemocracia que supuestamente representa el PSC, puede tener sentido como unidad estratégica para intentar apartar del poder en Cataluña a las formaciones independentistas, pero, en mi modesta opinión, es una mera elucubración idealista si con esa alianza se pretende poner en marcha un proyecto que se proponga un objetivo máximo de regeneración democrática del país. Esto es otra cosa y parece que es a lo que apunta el comentario de Bouza. Este planteamiento no me parece posible con el actual PSC (hablando de Cataluña), como tampoco me lo parecería con el PSOE a nivel nacional.
Tanto el PSOE como el PSC padecen una crisis más profunda que la que indican sus malos resultados electorales. Una crisis de identidad y de pérdida de referencias que, en ambos casos, exige una renovación –o mejor una refundación- que no parece posible a corto plazo, porque, de darse, supondría la defenestración de sus principales cuadros políticos. Estos suicidios colectivos no ocurren en política, salvo que los precipiten acontecimientos externos ajenos a la voluntad de los líderes.
El PSOE no está pensando en renovar el partido –aunque unas inevitables primarias traigan el intercambio de cargos orgánicos entre los que han mandado siempre-, sino en una supuesta renovación del programa (el inexplicado modelo federal y un probable maquillaje cosmético de la ley electoral), que les permita reconquistar a los votantes descarriados y regresar al poder, que el PP les devolvería por mor de su malhadada gestión. Y ese nuevo PSOE en el gobierno será, en lo esencial, el mismo de siempre, el que sus dirigentes (y sus militantes) no quieren enterrar. ¿Alguien cree que con este partido –y su franquicia en Cataluña- se puede pensar en alianzas para acometer las reformas que España necesita?
Por otra parte, la cuestión referida a una posible –para algunos deseada- fusión entre UPyD y Ciudadanos me produce escepticismo y un cierto desasosiego. Viví en directo en el Consejo de Dirección de UPyD –y no voy a entrar en detalles- el rechazo hostil de Rosa Díez y de Gorriarán (con la aquiescencia de la mayoría de los miembros del consejo) hacia Ciudadanos y su líder, para pensar ahora en una remake de aquello. Personalmente, no veo en estos momentos a Rosa compartiendo liderazgo con un Rivera más hecho y consolidado que hace cuatro años, cuando no quiso hacerlo en circunstancias donde la asimilación política era mucho más fácil. Esa oportunidad ya pasó. De haberse producido, hoy estaría dando probablemente unos réditos que podían ser determinantes en el devenir político del país.
Si hoy esa alianza llegara a darse, creo que Rivera se equivocaría. Si en el presente, entre los líderes que se mueven en la política institucional, hay alguien que puede representar una esperanza de cambio, ese es Albert Rivera. El caso de Rosa es otra historia. Se trata, en el peor sentido de la palabra, de una profesional de la política que no duda en vulnerar principios democráticos elementales si se trata de impedir la coexistencia de opiniones contrarias a las suyas, como pudimos comprobar quienes fuimos purgados en su partido de forma inmisericorde. Rosa es una líder hecha en la vieja escuela autoritaria del socialismo español, y eso imprime carácter sobre el carácter que uno ya pueda tener.
En política no todo es programa, programa, programa, a la hora de pensar en alianzas. Rivera ha consolidado su imagen y ha alcanzado una madurez adecuada para intentar extender su proyecto fuera de Cataluña sin tener que aventurarse a compartir socios incómodos. Ahora se dan las condiciones que no concurrían hace cuatro años, aunque la tarea se me antoja más que ardua, y no sólo por las dificultades que plantean la ley electoral y la muralla china de las circunscripciones.
Gerardo Hernández Les
Málaga, 16 de enero, 2013