Han conseguido que el vascuence también sea un peligro para las personas, además de las haciendas.
Empezaron solo dando mucho por saco, y haciendo perder el tiempo a casi todo el mundo, con las malditas maquinitas de pagar por aparcar el coche en la calle. Te hablaban en vascuence, las máquinas. Por defecto; pero el cambio de lengua no era ni fácil ni estable. Al atraco de pagar por usar la calle unían el oprobio de la ingeniería lingüística. Y todo para imponer una lengua marginal y ágrafa. Franquitos aldeanos.
Siguieron por valorar primero, y luego exigir, un titulín de vascuence para ejercer de funcionario. Con lo que de cara a la eficiencia pública, y a la salud pública, dan más peso al conocimiento de la maldita lengua que llaman minorizada, pobrecita, que al conocimiento.
Y claro, era inevitable que una vez cogido el gusto a la ingeniería social, regulándote nada menos que la lengua, se pusieran de inmediato a reglamentarlo todo. La pregunta fácil del exámen: ¿Cuál son las dos comunidades autónomas en las que les sale más caro a los habitantes el chiste de la regulación comercial. Lo cuentan extensamente en Fedea [–>], pero este gráfico suyo lo dice todo.
Podríamos titularlo: El efecto de la lengua sobre los precios. Y ya vamos comprendiendo que si el vascuence hubiera desaparecido cuando tenía que desaparecer -más o menos por la época del carpetovetónico y del íbero-, ahora la compra te saldría más barata. Que es lo mismo que ser más rico. ¡Toma "patrimono cultural"! No sé si tiene más gracia lo de patrimonio, o lo de cultural. ¡Manda narices!
El tercer paso fue hacer incomprensibles las advertencias y carteles de tráfico. Tu vas por una autovía a la velocidad reglamentaria, te encuentras con un aviso luminoso que te cuenta algo que presumes muy interesante para tu integridad, y resulta que lo pone en arapahoe. O algo así. Puedes dar un frenazo para no pasarte del cartel antes de que cambie a un idioma comprensible. Pero te arriesgas a que el coche de atrás esté entretenido con el diccionario de idiomas indios, no se de cuenta, y se estampe contigo. Así que sigues, y no te enteras de las apasionantes noticias. Ya sabemos que el objetivo número uno de la cartelería de tráfico es dar el coñazo a los que no hablan la lengua de los montes. La inmensa mayoría de los de la zona, y sin contar a los turistas. Y si a alguien se le ocurre alegar que tal vez sea importante que la gente se entere de lo que dicen los carteles, ya que se han molestado en ponerlos, contestarán: ¡Ah, ah!, son los derechos lingüisticos, y vienen antes.
Pasemos por alto el asuntillo de la enseñanza, que me cabreo. El que quiera marcha, que lea esta entrada de Gloria Lago. El texto, el vídeo no lo he visto.
Y vamos al último grito de las grandes ventajas de dedicar a toda la sociedad a salvar una lengua que maldita la falta que hace.
El Mundo:
Acojonante. Lo niñatos de la Diputación de Guipúzcoa (no por la edad, sino por su mentalidad de delincuentes juveniles) tienen por gracia hablar no al público más que en vascuence. Menos cuando quieren que los guipuchis se enteren de las guarradas que les tienen planeadas con la basura. Entonces sí que les hablan en cristiano. Pero si se trata de avisar que viene un temporal de agua y nieve muy malo, e inundaciones, y de que Protección Civil recomienda a la gente que no salga de casa si no es estrictamente necesario, entonces con vascuence va que chuta la población. Y si no se enteran (más de la mitad), que se jodan con el temporal. Y da las gracias porque no te han pegado un tiro cuando se dedicaban a ello.Resumiendo. Estamos empeñados en “salvar” y “normalizar” el vascuence. Debe ser anormalito, el pobre, pero todavía “vivo”. ¿Están “vivas” las castañuelas? Y “normalizarlo” debe querer decir imponerlo a todo el mundo, quiera o no quiera. Aunque no vaya a establecer ninguna capacidad extra de comunicación para ni una sola persona. Aunque cueste mucho dinero (que sale del bolsillo de todos). Aunque sea perjudicial para la salud pública, vía médicos asnos. Aunque suponga un peligro para las personas que no se enteran de los avisos de Protección Civil en Guipuchilandia. Todo esto son cosas que se pueden medir y se pueden contar, o sea objetivas. Pero las cambiamos por unas supuestas ventajas que son puramente imaginarias. Un “patrimonio cultural”, que cuesta dinero y no tiene nada de cultura. En el resto del mundo a eso se le llama carga, no patrimonio. Y ninguna lengua es “cultura”, sino que puede contener cultura. O no contenerla en absoluto, como el vascuence. La Ilíada no se escribió en vascuence. A pesar de los siete mil años de pueblo luchando por su independentzia y su cultura. Tampoco se ha escrito ninguna otra cosa digna de mención. Un idioma “propio”, que no hablamos. Un “derecho” que no es más que una imposición. Ventajas, vaya.
Eso sí, vendría de cine para presentarnos a un premio internacional de idiotas. Tal vez podríamos fundar ese premio, ya que somos el mejor ejemplo. Y le sacábamos partido a una lengua que mucho mejor estaría ya entre las que no tienen hablantes, y por eso no dan la lata. Pero para que suene bonito, que el mundo de ahora es todo cuestión de imagen, podríamos hablar de “iberizar” el vascuence. ¿Alguien llora por el idioma íbero? ¿Alguien se ha quedado sin “lengua propia” porque nadie hable ya íbero? ¿Y que me dicen de la espantosa pérdida de un “patrimonio cultural”? Y eso que sí hay unas cuantas inscripciones en íbero que despiertan la curiosidad de los especialistas. Pero si se deja de hablar el vascuence se perdería aun mucho menos de lo que perdimos al dejar de hablar en íbero. ¿Cuál es el problema? El problema es que hay los mismos motivos racionales para “salvar” y “normalizar” el vascuence que los que hay para hacerlo con el íbero. O sea, idiotas.