El pensamiento infantil y el "debate popular".
¿Qué cojones será el "debate popular"? Tal vez sea más fácil saber lo que no es. No es debate público. O una gente preparada y enterada, que ha pasado el filtro de tener muchos interesados entre el público, debatiendo un asunto complejo, siguiendo ciertas formalidades que permiten conectar discursos más o menos racionales. El "debate popular" debe ser sustituto logsiano del debate propiamente dicho. Por ejemplo, la recua de asnos rebuznando al unísono, donde la "razón" o el éxito lo tiene le que consiga contagiar su cantinela a los demás. El pueblo / unido / jamás será vencido.
Craig Loehle escribió ayer una pieza magistral:
La RAE tiene una definición útil y fácil.categórico, ca.
1. adj. Se dice del juicio o raciocinio en que se afirma o niega sin restricción ni condición
Supongo que por extensión se puede llamar "pensamiento categórico" al que se basa fundamentalmente en juicios categóricos.Craig lo explica así:
El pensamiento categórico es normal en la vida. Es un atajo mental crítico que pone orden en el caos de los sentidos. No digo que sea un defecto. Si alguien nos miente una vez, lo ponemos en la categoría de mentiroso. Esto puede funcionar para juzgar el comportamiento humano que se puede esperar, pero un huracán no es una tendencia.
Luego pone varios ejemplos de pensamiento categórico típico. La religión, donde o te "salvas" o te "condenas", sin intermedio ni matiz. O la política, donde los de otro partido o ideología no tienen soluciones diferentes, discutiblemente más o menos convenientes, sino que "son" cosas muy malas.Y luego acaba señalando con lujo de detalles que el debate del cambio climático es arquetípicamente categórico. Y que hereda esa característica del debate ecológico, del que solo es una subclase. Natural => bueno; industrial => malo. Etc. También señala que no solemos tomar las decisiones importantes de nuestra vida mediante pensamiento categórico. Especialmente las personas con algo de cerebro. Por ejemplo, no ponemos los ahorros que tengamos en un sitio que “da rédito” (bueno), sino que miramos cuánto rédito exactamente, y lo comparamos contra el riesgo.
El pensamiento categórico de Loehle es lo que yo suelo llamar “cuentos para niños”. Porque no solo es especialmente propio de la política (en democracia), de la religión, y del activismo medioambiental; sino que sobre todo es característico del esquema mediante el que se alecciona a los niños en sus primeros pasos. ¡Caca! ¡Bueno! ¡Amigo! ¡Malo!
Lo que cierra el círculo, y nos lleva al “debate popular” ese que vio reclamar en alguna televisión Daniel Lacalle. Se sabe que entre humanos, más de ocho -o como mucho doce- no pueden pensar, juzgar y decidir en conjunto. Si ves un organismo que tenga más de ese número, ya puedes apostar que no es el organismo que toma la decisión. Seguro que hay un subgrupo más pequeño que lo hace, y lo del grupo grande solo es apariencia. Por eso nunca hay un debate formal con un número superior de intervinientes. Nadie lo podría seguir. Y por eso el “debate popular” es un no debate; una forma de no pensar y juzgar, y ser arrastrado por las consignas. Y por eso la política, en democracia, se acaba convirtiendo en una absurda lucha de sentimientos, donde el “pensamiento” es puramente categórico. O infantil. No es que sea imposible un debate racional en un sistema democrático. Basta con que se lleve a cabo un debate público, y no un debate popular. Pero si mezclas LOGSE y telebasura, los cuentos para niños tienen todas las de ganar.