Cafres hasta en el Supremo.
Teniendo en cuenta que Gonzalo Moliner ingresó en la carrera judicial en tiempos de Franco, no parece extraordinario que su idea de la libertad de expresión se corresponda con la de un cafre.
¿Por ejemplo, ir a casa de Gonzalo Moliner, a dar la brasa para que cambie de opinión sobre los acosos domiciliarios? ¿Cómo se le podría explicar a Moliner que la libertad de acoso es una cafrada? ¿Y que no necesita lo que llama “violencia”, porque el acoso mismo, sin agresión física, también es violencia?
¿Consideraría Gonzalo Moliner que es parte de la libertad de expresión un amante despechado que persigue -por teléfono y por la calle- a su ex amante, sin más violencia que declararle su amor sin ser invitado a hacerlo? Pues resulta que la mayor parte de las legislaciones de los países avanzados lo consideran “acoso sexual”, para estupefacción de del eximio juez.
Pues tratemos avanzar otro paso en la educación del presidente del Supremo. El chiste de la libertad de expresión se basa en dos elementos. Que uno pueda tener y expresar la opinión que quiera (mientras no incite al delito), y que las opiniones tengan libertad de circulación y “combate dialéctico”, para ayudarnos a pensar y elegir las mejores. Y entonces, la regulación de la libertad de expresión tendría que tender a defender estos dos principios, y a impedir aquello que los ataque. Porque el ataque a estos dos principios es el ataque a la libertad de expresión, ya que son su soporte.
Pero resulta que el acoso que el sr. Moliner llama “escrache”, consiste en evitar una opinión mediante -no el debate limpio de la misma- sino de la presión social sobre la persona que la sostiene. Si lo generalizamos (y generalizar es lo que hay que hacer siempre si se quiere tener perspectiva), tendríamos no solo la radiografía de una sociedad cafre, sino una sociedad sin más opiniones que la opinión que se exprese con mayor presión social. La metáfora (no muy correcta) de sociedad medieval, es la primera que se nos puede ocurrir a todos. Y si una persona puede sentirse señalada y molestada (que no es violencia para el civilizado juez) en su domicilio, quiere decir que no puede elegir sus opiniones precisamente con libertad. O al menos no puede expresarlas.
Y así, hasta el mismísimo Gonzalo Moliner debría ser capaz de comprender que el acoso-escrache no solo no es “un ejemplo de la libertad de expresión”, sino que es un atentado contra la misma. Y que no vale la alucinógena coletilla que le añade:
Aunque "rechazables si afectan a la libertad individual de las personas".¡Joder, Moliner! Si piensas (o expresas) "A", te voy a dar por saco en tu casa, y voy a molestar ruidosamente a tus vecinos, para que estén muy contentos de tenerte en el barrio. En cambio, si piensas (o expresas) "B", te voy a dejar en paz, y tendrás una vida tranquila. ¿Qué te parece esa disyuntiva en el apartado de "afectar a la libertad individual"?
La metáfora fútbol debería servir para aquellos que no parecen muy capaces de comprender la diferencia entre el juego limpio y el juego cafre.
Dale a la pelota, no al jugador.Para especialmente torpes: Pelota = idea, opinión, acto. Jugador = individuo, y sus circunstancias personales (por ej. el domicilio). Para progres y logsianos: Pelota = lo que se hace. Jugador = lo que se "es".
A la vista de lo que hay, es posible que convenga pensar en la posibilidad de unas clases de Educación para la Ciudadanía en el Supremo.