La gentuza telefónica.
La idea se aplica a un montón de empresas de venta masiva, pero esto va de las telefónicas. Gentuza que tal vez ocupe el segundo escalón en el mérito al desprecio, solo después de los políticos.
Que no se mosqueen. Es puramente objetivo. Por definición, la situación que provoca mayor desprecio, mayor no-aprecio, o ni puto caso, es cuando te asaltan para pedirte algo, o para ofrecerte lo que no has preguntado. Y es más despreciable cuanto más inoportuno. En la tele de no pago esperas ver anuncios. Soportar al despreciable es tu forma de pagar. En las calles puede haber vallas publicitarias, que normalmente ya has aprendido a ignorar. Pero si se dirigen a ti desde un cuerpo humano, por ejemplo una joven maciza en el estanco, y no desde una imagen, ya empieza a ser más chungo. Mucho más chungo. Y tal vez lo más despreciable es cuando te invaden desde el teléfono.
Un asalto en toda regla. No es una imagen o una grabación; o sea, una cosa. Es un animal con todas sus consecuencias. Tiene nombre; movimiento; sentimientos; hambre. Puedes hacerle daño, y no quieres. Pero te está quitando tiempo; contando algo que no quieres saber; e invadiendo tu espacio sin permiso. ¿Qué podría ser peor?
No sé. Imagina, por ejemplo, que les pusieran publicidad a las putas. ¡Ah, ah, ah, BBVA! El desprecio no se iba a dirigir al cuerpo que lo emite, sino al hijo de zorra bastarda que ha contratado el asalto a tu espacio personal. Y sin embargo somos tan rastreros, o tan imbéciles, que no se nos ocurre prohibir la entrada en el club al director general de Vodafone. Por no hablar del secretario general del PP o del PSOE. Al contrario; como normalmente tienen mucha pasta, o poder, les adoramos. Somos gilipollas.
Es casi inevitable que si empiezas por cometer asesinatos, acabes no saludando cuando te cruzas a un vecino. Pierdes el sentido del decoro. Y si invades el espacio personal de la gente, sin permiso, y por persona interpuesta, acabarás tratando a tus clientes como si fueras un cuatrero, y ellos fueran ganado.
Mi móvil tiene una lista negra de todos los números desde los que te asaltan las telefónicas. Se corta la llamada antes de que llegue a sonar el ring, y no te enteras. Deberíamos de tener un sistema automatizado, con listas como esa. Públicas, y siempre actualizadas. Como los sistemas contra los “spammers” que usan tantos servidores de email. Pero tenía un fallo. Suelo dejar que sí me llame la compañía con la que tengo el contrato. Parecía lógico. Si ya te tienen, no necesitan darte por saco. Y funciona … hasta que decides cambiar de compañía - por el motivo que sea.
Hace como un mes Vodafone me ofreció una mejora del contrato, que acepté. No estaba especialmente contento con esa marca de cuatreros, pero era la que me daba mayor velocidad en el ADSL. Hasta que Vasquitel ha hecho un paquete de fibra óptica, sin obligación de incluir la televisión - que no uso. Y encima, más barato que lo que tenía. La pera. Pero en menos de 24 horas ya me estaban llamando los vodafonos, para darme un precio mucho mejor que el de hace un mes. Con dos cojones, y sin rubor.
- Pues no, gracias, me sigue saliendo mejor lo de Nazitel. Me toca las narices que se dirijan a mi -de entrada- en vascuence, cuando el interesado soy yo (por ejemplo el servicio técnico). Y que esa lengua parezca no existir cuado el interesado son ellos (por ejemplo el servicio comercial). Pero estoy dispuesto a soportarlo hasta que tenga una oferta mejor.
- ¿Y cuánto pagas por el contrato que te han hecho?
- ¿Estamos locos? En primer lugar no podría compararlos, porque habéis conseguido crear unos contratos incompresibles. Pero más importante es que si quieres tratarme bien, y quieres que no te mire como se mira a un ladrón, o a un vendedor de mercadillo, me llames antes de que me esté yendo, y no después. Ahora ya no tienes nada que hacer.
Cuando pensamos en el precio de nuestros arreglos con los cuatreros, nos olvidamos de incluir el tiempo y el esfuerzo, y el sufrimiento, que nos cuesta el tratar con gentuza.