El cuento de las "ancestrales" tradiciones identitarias.
Juan Nadie nos recuerda en su blog el cuento de las tradiciones “ancestrales” que gastan la mayor parte de las etnias imaginarias con las que tanto nos entretenemos. Pero, aprovechando referendos absurdos, nos permite ir más allá de las etno-manías locales. Más alla, un poner, de ese tocado que llaman “txapela”. Tan identitario y étnico, que no es sino una versión del más rústico y extendido de toda Europa. Y cuyo nombre viene, no de la mágica lengua ágrafa del paraíso, sino del vulgar francés (chapeau; fr.ant.chapel).
O ir más allá de la “pelota vasca”, inventada por los romanos – de los que le viene el nombre. “Pila” le llamaban, y en Francia pasó a llamarse jeu de paume. Juego de “palma”, por usarse la palma desnuda de la mano como herramienta para golpear la pelotita. El resto de Europa evolucionó un poco, y fue inventando herramientas menos brutas para impulsar la bola. De donde viene -por ejemplo- el tenis. Y a la versión no evolucionada -probablemente desde el paleolítico- le acabamos llamando “pelota vasca”. Operación lógica comparable a llamarle “apéndice vasco” a la nariz colorada (napiagorri) de un borrachín.
Y mejor no hablamos de la “chalaparta”. Que debe de ser un intrumento tan “propio” de la etnia prodigio, que recuerda mucho a algunos juegos rítmicos y musicales, con varas de madera, que a veces se ven entre los chimpancés.
Probablemente “etnia”, o “étnico”, significa justamente eso. Grupo humano anclado en el palo de madera, desconocedor -por ignorancia o voluntad- de Stradivarius.
Os dejo con Juan Nadie:
La antigua Caledonia se llama hoy Escocia en virtud de la denominación romana para los invasores norirlandeses de la parte Oeste de su territorio, los escotos de las Tierras Altas. El Este y el Sur lo ocupaban los fieros pictos, así llamados también por los romanos por su manía de pintarrajearse la cara y el cuerpo. Algo aparecido a las pintas que gasta el Braveheart cinematográfico de Mel Gibson,
aunque en la época del auténtico William Wallace haría ya más de mil años que habían abandonado la costumbre de maquillarse para salir a matar. No se sabe si Wallace conoció el hoy afamado whisky de su tierra. Lo que sí es seguro es que en su vida vistió esa faldita llamada kilt y mucho menos el tartán con las líneas cruzadas características de su clan (que tampoco tenía, era hijo de un galés). No es hasta el siglo XVIII, consumada ya la unión de los británicos -recientemente cuestionada en referendum-, cuando las tropas de los highlanders adoptan esa curiosa forma de vestir el manto tradicional dejando las piernas al aire. El listado tejido de tartán fue posteriormente introducido por un avispado industrial cuáquero inglés, Thomas Rawlinson. Así lo señala, entre otros, el reconocido historiador Hugh Trevor-Roper en su famoso ensayo incluido en el libro La invención de la tradición. También apunta el desprecio que por los montañeses de las Tierras Altas sentían tanto los escoceses de las Lowlands, por salvajes y desordenados, como los irlandeses, que los consideraban despectivamente como a sus parientes pobres. Paradójicamente fue la integración de los regimientos highlanders en el ejército británico y su diferenciación por colores, la que puso de moda el kilt. El movimiento romántico decimonónico, como en todos los nacionalismos, añadió el resto y traspuso lo que era una etiqueta militar a un supuesto símbolo de los viejos clanes que, por supuesto, nunca habían tocado el paño.Sigue en el blog de Juan Nadie:
Pero tengo que reñirle un poco a Juan.Originario o no, hay que reconocer que han aportado tal esplendor a la artesanía del destilado más universal que nadie les debería negar el reconocimiento y la gloria de tal tradición como propia.Un cuento ese del "esplendor" de la artesanía destilera escocesa. A principio del siglo XX, en el USA y en el mundo el "whiskey" (no "whisky") más popular era el irlandés. No es extraño; sabe a alcohol, y al grano del que viene; en vez de a jabón. 😉
Pero tras la independencia de Irlanda, los británicos consiguieron favorecer la venta del escocés en detrimento del irlandés. Que casi desapareció del mercado internacional. Ahora se está recuperando como un cohete.