Santificada la corrupción y la cleptocracia, ¿ahora qué?
Sí, vale, hay alguna novedad. Por ejemplo, algo como un 15% que quiere una revancha … ¡de la oposición! De la oposición de 30 años de oposición. Y correspondientemente, hay un batacazo electoral de esa oposición tan odiada. Que quiere decir que todo va bien en el récord mundial del paro y el analfabetismo, salvo el pequeño inconveniente de que la oposición no ha desaparecido del todo. Y por eso hay un partido nuevo que propone cierta mayor urgencia a ese respecto.
Luego también ha surgido la novedad de lo que tuvo que ser UPyD, y no pudo. O sea, Ciudadanos. Nueve escaños que no sirven para nada, de momento. Pero que podrían servir para que la odiada oposición abandone la Marianidad. Que viene a ser como la corrupción disfrazada de monja. Y ese cambio tampoco iba a ser una alternativa de gobierno. Sin corrupción, aquí no hay posibilidades de gobernar. Pero sí podría ser la posibilidad de una oposición de verdad. Esto es, la posibilidad de que discutamos si la cleptocracia es realmente tan conveniente, por mucho que la adoremos. Por decirlo más directamente: el PP ya sólo es un estorbo. Y no puede ser otra cosa. Corrupción por corrupción, la original mola más que la copia. Y el bandolero siempre va a ser más atractivo que el señorito.
Alguien podría pensar que es una sorpresa la falta de cambio en el resultado del PSOE. Pero sólo puede pensarlo desde un formidable desconocimiento del terreno. Y además, la idea es relativamente irresponsable. Si pensamos en otros sitios del mundo con economías de ineficacia similar, y paro igualmente boyante, tendríamos países como Afganistán, Yemen, Bosnia, o la franja de Gaza. En todos ellos hay una guerra, o la acaba de haber. Así que lo mismo se puede pensar que el PSOE es responsable de un nivel de paro completamente tercermundista, o pensar que produce la magia de una paz del todo inesperada para ese nivel de paro. La diferencia entre Cádiz y la franja de Gaza es que en Cádiz no hay intifada. Quitando un 19% de Podemos. Ni tan mal.
Estas elecciones parecen sugerir la conveniencia de ir pensando en hacerse adultos. Que normalmente significa ser capaces de mirar a la realidad cara a cara. Por ejemplo, la cruda realidad de que un país puede degenerar e ingresar en el tercer mundo en un pispás, pero que el proceso contrario suele llevar un montón de tiempo. Generaciones. Y aunque es verdad que prácticamente ya somos Sudamérica, no es menos cierto que Afganistán, Yemen o Bosnia, están bastante peor. La degeneración tiene niveles.
Otro resultado preocupante es el de la juez Alaya. Podría deprimirse y ponerse a pensar en la utilidad de tanto trabajo. Y en la contrapartida del riesgo que asume. Si estamos ya en Argentina, es casi inevitable empezar a pensar en Nisman. Y nada como saber dónde estamos para saber cómo conviene comportarse.
La corrupción, bien gracias. Hable usted de otra cosa, que ese no es un tema de interés. O no es un tema de interés político. Sirve como entretenimiento, a falta de cazadores de elefantes y de Corinnas. Lo que demuestra que la abdicación fue una tontería. Y que hace falta “urdanganizar” a Felipe. Pero la corrupción no es un argumento electoral.