El Kindergarten que viene: con Examen de Buena Conciencia.

¡ Tenían que haber convencido para que se presentase para gobernador de California a Clint Eastwood ! ¡ Y, como su segundo, por si a Clint le acababa fallando su CBD oil, y de pronto se hacía viejo, a Mel Gibson ! Otro gallo nos hubiera cantado a California, a USA, y al resto del mundo mundial.

Na. En cuanto se carguen a los primeros quince oficiales de la nueva promoción, que intenten leer los derechos al bin laden de turno, o un "347" (es inventado) robo con arma en un banco y les rueguen por favor y con el debido respeto al sexo que hayan elegido para el atraco, sin perjuicio de exponer su queja por brutalidad policial y de ser detenidos solo en presencia de su abogoide, se replantearán la ley. La nueva religión, plasmada en el país de los contrastes brutales. Aquí andamos un poco por detrás. No sé si llegaremos porque la cosa está calentita. Mucho me temo, por ciclos históricos, que va a haber un estallido muy violento. No creo que sea una guerra, porque actualmente en Europa parece controlado ese riesgo, a no ser que los fundamentalistas, los rusos y algún exaltado aprovechategui quemen algún fusible. Pero atentados, revueltas, algaradas, violencia generalizada, fijo. Ojalá me equivoque

Yo lo llamaría la Dictadura del Imperio que viene.

Yo desde luego no paso el examen de sesgos. Me junto con jóvenes progres que vienen por razones de trabajo. Montan instalaciones eléctricas, fábricas de bebidas y cosas así. lo que sea. Me visitan a casa y ellos con la cerveza hablando del curre todo el tiempo, ellas pasan y se van a la cocina con mi mujer. Casualmente ellas tienen mas estudios que los maridos, pero están aquí de vacaciones con los niños, se escaparon de España en julio con PCR sin problema. Por la mañana se van a la playa a comprar pescado y hacen turismo. En general ellos mantienen la casa. Todos ganan mas que sus mujeres. Yo sostengo que es por razones biológicas. Pero aunque no lo fuera, aunque tenga un importante componente cultural, las cosas son así. Y parece que ver al rey desnudo es casi un delito. Y la misma experiencia tengo con los negros. En Senegal la tasa de delincuencia de los blancos es mas alta que la de los negros. (En todo caso son cifras bajas, mas altas que en Europa pero diez veces menos que en Sudamérica.) Yo no miro lo mismo a un negro de EE UU que a un negro senegalés. El senegalés es mas pobre, mas inculto, pero las familias están bien estructuradas y la mitad de los senegaleses no tienen antecedentes penales como los negro americanos. En Senegal gobierna el partido liberal, y la oposición es otro partido liberal y el Socialista que no pasa del 25%. Esos son los hechos. Yo no me pasearia por el Bronx, (ni por las tres mil viviendas de Sevilla), a la 1 de la madrugada. Pero no tengo problema de ir por carriles por el campo por la noche de mi finca a mi pueblo en Senegal. Esta claro que en California no encuentro trabajo ni de limpia botas.

La verdad es que uno puede tener ideas racistas, fascistas o misóginas con plena conciencia y, encima, si es inteligente, es posible que hasta sepa defenderlas de una manera coherente. Verdaderos genios han tenido malas ideas, para nosotros, que no para ellos y la sociedad de su tiempo, y no por eso han dejado de hacer una aportación a la humanidad infinitamente superior a las chorradas de los psicólogos del chichinabo. Al final, de lo que se trata es de perseguir ideas; y es posible, para más inri, que la persona en cuestión no tenga ni defienda verdaderamente las tales ideas nefastas. Pero en la penumbra de su inconsciente aletea el mal sin mezcla de bien y ahí están nuestros psicólogos exorcistas dispuestos a combatir el mal examinando minuciosamente los gestos, señales, tics, estereotipos o muletillas de nuestro desgraciado fascista implícito. Que lo es, pero no lo sabe. Estamos ante una locura más de la corrección política que, cómo no, se presenta trajeada de una inexpugnable "implicit social cognition." Ciencia, pura ciencia. Ante eso, solo cabe agachar la cabeza como un niño pescado en una travesura y rezongar para uno mismo: caramba, no sabía que existían tantos fascistas sueltos, ni tantos peligros sin controlar. ¡Hasta yo, me dicen estos sabios psicólogos, puedo ser uno de esos fascistas implícitos! Vade retro, Satanás. Un tipo que lleva una esvástica tatuada en lugar bien visible y la cabeza monda y lironda es posible que sea un simpatizante nacionalsocialista o más probablemente un retrasado mental, pero, ¿cómo se sabe que un sujeto es un nazi implícito, cuando ni él es posible que lo sepa? No sé qué factores valorarán estos nuevos inquisidores, perdón psicólogos. Quizá un varón blanco, de posición social acomodada o relativamente acomodada y de ideas digamos "conservadoras" sea el candidato ideal para ocupar el podio del racista implícito. Pero al final puede caer cualquiera. Basta un desliz en una conversación, en una carta, en una red social. Aquel que afirme las diferencias inherentes entre los sexos, por ejemplo, será sospechoso de machista, sexista e implícitamente fascista. Quien se atreva a señalar la violencia desatada de tanto fiel musulmán (y el fanatismo de una parte nada desdeñable del resto de la comunidad islámica que justifica esos comportamientos) alcanzará el galardón de islamófobo, reaccionario implícito y será lapidado en la plaza pública. ¡Ay del que se atreva a afirmar que existen sociedades más desarrolladas que otras y que no es lo mismo el tam-tam que Beethoven! Porque sus palabras evidencian un sesgo implícito de etnocentrismo, chauvinismo, supremacismo occidental y deseos de avasallar a los pueblos de color. Por último, quien tímidamente levante el dedo y murmure que los individuos, si bien iguales en dignidad y derechos, se diferencian en mil cosas, empezando por su aspecto físico y terminando por su capacidad intelectual, será abofeteado como nazifascista, elitista y racista implícito y explícitamente arrojado a la cuneta. En nombre del bien, vamos a perseguir a los demás y a hacerles la vida imposible. Este deseo repugnante de fastidiar al prójimo por nada es bien explícito, nada solapado, nada implícito. Siempre se acompaña de la sonrisa cínica de la beatitud engendrada por la buena conciencia. Me parece que en todo este disparate se deberían considerar algunas cosas, que además se repiten históricamente, aunque con etiquetas distintas y hasta contrapuestas. Primero, el deseo, obsesión malsana más bien, de pureza. La sociedad ha de ser pura y perfecta. No se puede tolerar el mal, el error, el desliz. Se busca la perfección. Y ya se sabe que la búsqueda de la perfección suele llevar de cabeza al infierno. Porque para lograr el sueño (pesadilla mejor) de una sociedad unánime y transparente, hoy diríamos políticamente correcta, hay que arremeter no solo contra lo explícito y visible, sino también contra lo implícito, lo recóndito, lo escondido, lo que acecha entre las sombras. El mal está dentro del hombre. Pesimismo antropológico puro. Antes el mal era representado por Satanás y su corte diabólica, que posee a los incautos (horror implícito, porque al diablo no se le veía ni el rabo), o por determinados individuos pertenecientes a "razas malditas" que, como se decía, llevan el mal en la sangre, por dentro, aunque por fuera parezcan más buenos que el pan. Aquí ya se aprecia la causa de tantas atrocidades y estupideces: aunque su aspecto sea normal, por dentro son monstruos y hay que combatirlos sin cuartel por el bien de la sociedad. Para lograr esa sociedad reconciliada y feliz con la que sueñan todos los gilipollas incapaces de pensar, pero dispuestos a hacer daño. Segundo, antes se perseguía a judíos, gitanos, buhoneros, brujas, brujos, sodomitas, leprosos, ateos, librepensadores, masones o comunistas. Al mal, muchas veces implícito, y por ello mismo doblemente peligroso. Ahora, en esta era de la corrección política, el buenrollismo universal y la falsa tolerancia, los malos a perseguir son los machistas, fascistas, racistas, etnocentristas, reaccionarios, derechistas, franquistas, nazis o españoles de mierda. Todo depende del momento y la latitud. Pero el mecanismo es el de siempre: el mal está diseminado por el mundo, es invisible, "implícito", y de vez en cuando se apodera del alma de ciertas gentes. El mal ha tenido muchos nombres a lo largo de la historia. Desde hace décadas, el mal es una entidad polimorfa e invisible llamada "fascismo." Como no tiene unos perfiles nítidos y definidos, claros, el fascismo está en todos los sitios y en ninguno. Puede ser todo o nada. Ergo, cualquiera puede ser fascista, incluso sin tener conciencia él mismo de serlo. Basta con señalar con el dedo al sospechoso y todo el aparato coactivo de la corrección política caerá sobre él. Al igual que la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento, el desconocimiento de la condición de fascista no libra a nadie de su bien merecido castigo: ostracismo social, acoso, represalias laborales o imposibilidad de acceder a la función pública. Todo sea en nombre del bien, hermanos en pureza y buenos sentimientos. Aunque la persona odiada y perseguida sea más inofensiva que un higo. Alabado sea el señor. Toda esta chifladura de la caza y captura de los malos pensamientos mediante estratagemas pseudo-psicológicas es la traducción moderna de los antañones exorcismos, las ordalías del agua y el fuego o las clínicas psiquiátricas en donde los camaradas encerraban a quienes tenían malos pensamientos antisoviéticos. Es puro totalitarismo inquisitorial. Lo de siempre, que se repite una y otra vez en todas las épocas y lugares. Es algo recurrente. Antes, los responsables del terror inquisitorial eran los curas; ahora, los psicólogos. Todos se declaran "expertos" en eso tan raro e inasible del alma. Mejor nos dejaban vivir y morir en paz. Pues no: imposible. Un cordial saludo.

Sois todos unos pollaviejas, binarios casposos y analógicos longitudinales contrarios a la diversidad. Unos putos fachas, vamos. https://twitter.com/playz/status/1321900612041150464?s=20