El coñatut, con eñe.
¿Somos una nación, somos un folclore, somos galgos o podencos? ¿O acaso somos un coñazo?Eso preguntan sin parar los nacionalistas catalanes. Que los son casi todos los políticos allí (mamones por definición), y una parte importante y probablemente nada mayoritaria de la población.
Pues parece que el raudo Tribunal Constitucional, galopante centella conocida por la independencia de sus miembros respecto de los partidos políticos, ha parido. ¿Será un ratón, será un tostón? No se sabe todavía. Parece que han descubierto, y de chiripa, que la Constitución no habla de una nación de naciones, lo mismo que no habla del coño de la Bernarda. No estría mal para hacer las cosas con tantas prisas. Hay cosas que corriendo son difíciles de ver.
Y después está lo de dorar la píldora. ¿Como se le dice a alguien con nacionalitis que su cosa no es tal, sin ofender? Así, tal cual, no. Dicen las malas lenguas que el método elegido consiste en explicar que el preámbulo del Coñatut puede decir lo que quiera, misa mismamente -o declarar la japonesidad moral de los habitantes del principado, que eso no tiene mayor efecto que el orgasmo que le proporcione al tarado que lo ha puesto ahí. Y votado, etc.
Total que a estas horas no se sabe casi nada. Y si no se sabe casi nada, lo razonable es hablar ídem. Como siempre, la ventaja, como la sartén, para los mamones. Se trata de que lo conozcan ellos antes que el pueblo vil, y así pueda decir cada mamoncete su parecer, cosa de que sus huestes sepan lo que pensar antes de leerlo por sí mismos.
Seguirá, supongo. Pero os recomiendo que no escuchéis a los chupteros antes de enteraros por vosotros mismos. Además, ya es hora de empezar a hacerles el vacío cuando abusan así. A ver si los perodistas aprenden, si es que queda alguno.