Memoria histérica.
Qué facil es dedicarse ahora a antifranquista. Con el tipo enterrado en los libros de historia, y cuando ya no sirve para nada. Salvo para distraer. Los niños cambian sus recuerdos cuando no están orgullosos de ellos. Los valientes, los miran de frente.
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Somos un país de mierda. Y eso no es memoria “histórica”, sino historia, y reciente. Saltamos de payasada en payasada, sin apenas descanso. De la payasada nacionalista franquista, a la payasada nacionalista separatista.
Todo consiste en que alguien te diga lo que eres, lo que tienes que pensar, lo que tienes que sentir, lo que tienes que hablar, y en qué idioma. Curas de sotana, con Santo Tomás y cruces, o curas laicos, con Almudena Grandes (o Al Gore, que comparte siglas) y molinos de viento.
¿Qué más da? Lo que se trata es de la piña, la tribu. Tener un enemigo fácil, de “fuera”, el “otro”, al que atacar. Sentirse protegido en el rebaño porque tu cara de borrego no se distingue de la cara de los otros cien mil borregos.
Niños en busca de pastor. Y pastores listos que lo saben.