La libertad produce sueños y nubes.
Tengo un problema con la libertad. O no la entiendo, o sus sumos sacerdotes no la entienden. Lo normal es que sea yo, claro.
Todo viene de una enganchada en Twitter, en el buen sentido de la palabra. Venía observando bastante actividad de campaña de lo que he acabado llamando los “liberales alegres”. Para los amigos, los anarco capitalistas (ancaps), libertarios, “austriacos”, y por ahí. Y, en medio de la campaña de frases estupendas, cosas del tipo de elevar lo de “la libertad” a un rango muy especial, dentro de los “derechos naturales”. A veces con esa misma expresión, otras con una diferente, pero de igual implicación. Que la libertad lo propio del hombre, por encima de la sociedad, y anterior o ajeno a esta.
Queda muy bonito, y te adornas de un bien moral tan superior y fantástico como el de los progres. Pero a mi me parece igual de cuento chino. Y me sorprende mucho, en una corriente que hasta ahora me parecía chocante por su racionalidad.
Total, que contesto a alguno de los tuits de esa campaña. Concretamente a Luis Ignacio Gómez, con el que hay “confi”. En El contrato social y los alegres liberales. Y de ahí pasamos a una discusión infinita, desgajada en dos entradas del mismo Luis:
No me resisto a traer aquí mi salva final (de momento), a modo de introducción para el que quiera seguir la locura de discusión que ocurrió allí. O bien para que Tuci, que no ha participado - con lo que le gusta esto -, o cualquier otro, se pueda explayar a sus anchas.La salva:
No seguimos liando con dos cosas que no tienen que ver.
La libertad existe independientemente de la sociedad, pero en sociedad la libertad se restringe, si o si. Está aquella famosa frase, mi libertad termina donde empieza la de los demás.
Entonces nuestro tema no es la libertad, sino la restricción. Porque lo único que nos preocupa es el nivel de restricción. Olvida la palabra libertad, que con sus connotaciones mágicas nos está mareando. Una prueba, ¿vale? Imagina que no existe la palabra “libertad”; nadie la ha inventado. Pero el problema subsiste. ¿Qué problema? El de la RESTRICCIÓN. Restricción de lo que puedes hacer; no necesitas la palabra libertad para definir el problema. No necesitas la idea libertad para explicarlo. Al perro le toca las narices que lo aten, lo mismo que a la cabra. No nos interesa lo que pase en la mente de la cabra, ni su ontología, nos interesa su restricción de movimientos.Esa restricción tiene consecuencias. Primero, toca los cojones. Pregunta a la cabra. Y segundo, esa restricción impide cosas muy buenas, como el dinamismo y la adaptabilidad de la sociedad, y la inteligencia colectiva que crea la ciencia, y la riqueza, etc.
Resultado: para explicar lo que te preocupa, y para buscarle soluciones, no has necesitado de ningún concepto que conlleve los prodigios que le estás metiendo al concepto de libertad. No has necesitado vuestro concepto “ampliado” de libertad. Con uno infinitamente más simple has conseguido lo mismo.
Conclusión: ¡¡¡¡Busca lo simple!!!!
Es una norma universal de eficacia que el planteamiento más simple es el mejor, siempre que dé cuenta de todo lo que necesitas solucionar. Para meterle más cosas al concepto de libertad, tienes que explicar primero en qué necesidad de solución se justifica. Si no, es demasiado complicado. Por definición.
Olvida la ontología. Olvida la filosofía. Olvida la moral. Sé practico. No pises nubes, que no aguantan.
En resumen: Has empezado preguntándote qué es la libertad, y tratando de explicarla. Yo te sugiero que te limites a preguntarte cuál es el problema.
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