Privacidad para periodistas y otros bichos
Seguimos sin darnos cuenta de las implicaciones del caso Snowden. Y es un caso de salud pública. Es lógico que la gente infantil de los cuentos de buenos y malos no lo pillen. La izquierda en general, que es muy dada a esos cuentos. O la derecha del estilo de Hermann Tertsch, que te banea en Twitter por sugerirle que lo más relevante de Edward Snowden es que nos está haciendo un servicio público. Y que es tan servicio público así le dé a Hermann por considerar a Edward de los buenos o de los malos.
Será un peligro de la “seguridad occidental”, pero de momento ya han tenido que cambiar alguna ley occidental, precisamente por lo que nos contó Snowden. 😉
El argumento es de baba. Necesitamos periodistas que molesten a los gobiernos. O sea, que nos digan lo que los gobiernos no quieren que sepamos. Y todos los gobiernos tienen cosas que no quieren que sepamos. Si fueran angelitos, los miembros del gobierno hubieran elegido otras carreras profesionales. Esto lo dan en Primero de Salud Política de los Forestales Juveniles, y se llama controlar al gobierno. Esa espantosa máquina Leviatán.
Pues bien, tenemos un problema. Nos comunicamos casi exclusivamente por internet. Que quiere decir perfectamente al alcance del gobierno. Y no hay periodista que le pueda tocar las narices al gobierno, si el gobierno está viendo en tiempo real lo que hace. Desde te quito la subvención hasta te invento un delito, lo que quieras. Todo es posible. Pero los periodistas son los más necesitados de comunicación ágil. No podrían hacer su función si tienen que volver al tam-tam.
Y lo malo es que este no es un problema de los periodistas, que se pueda dejar en sus manos. Mejor dicho; sí se puede, y así nos va. Hay que azuzar a los profesionales de la prensa para que se den cuenta de con qué juegan, antes de que empiecen a jugar. Serían de rigor clases en la universidad y actualizaciones en las empresas. ¡Clases de privacidad! Porque cuando se encuentran en el caso, ya no están a tiempo de aprender. Peor; el caso puede empezar antes de que se pueda saber que se trata de un caso.
Lo de Snowden, tan peliculero, no sólo fue una lección de lo que espía el gobierno. Todo, y a todos. Sino una lección de cómo comunicarse entre periodistas fuera de la oreja del monstruo. Se lo tuvo que enseñar a Laura Poitras y a Glen Greenwald. Y a otros. Y funciona. La NSA y otras cinco agencias de cinco países todavía no sabe lo que hablaron – y hablan. Y precisamente en The Intercept (fundado por Greenwald) han publicado un muy adecuado manual de periodistas para colegas del ramo.
No es 100% seguro, y lo explican. Si ya eres un objetivo del gobierno, y saben desde dónde te comunicas (oficina, casa), el manual no es suficiente. Se basa en la red Tor, identidades "fantasma", y en encriptación. Fáciles de implementar para alguien de menos de 45. Y para los de más edad, siempre hay un sobrino a mano. Pero si sospechas que ya eres un objetivo, hay alternativas. Que se apuntan en el manual, sin entrar a fondo. Sólo necesitas un sobrino más listo que en la situación "normal". Y en todo caso, el 99% del problema es la "situación normal".En resumen. Periodistas, no seáis vagos. ¡¡¡RTFM!!! (Leed el maldito manual – pero es en inglés). Y los demás, ¡cóño, cread ambiente! Necesitamos periodistas con privacidad. Necesitamos universidades y empresas de prensa conscientes de lo que nos jugamos. Un mínimo de control al gobierno.
Si más, … (clic).
Nota: necesitamos privacidad para mucho más que para los periodistas. Financieros, activistas, empresarios, políticos, la novia, la mascota; todo lo que se mueva. Pero por qué a ti te interesa la privacidad de otros ya es parte de Segundo de los Forestales Juveniles. Queda muy lejos de Hermann. Será otro día. Pero el mismo manual. ¡¡¡RTFM!!!