El "caso Infanta" tiene lecciones interesantes (el Erario no es tuyo, ni de lejos)
Dolores Ripoll, abogada del Estado, en el caso Infanta.
El Tribunal Supremo lo dice con toda claridad. El perjudicado en los delitos contra la Hacienda Pública es el Erario Público.Lo cuenta El Mundo, y recalca que se trata de un ataque de Ripoll al argumento con el que el juez castro imputó a la Infanta Cristina.La Claridad del Tribunal Supremo deja el alcance de la frase “Hacienda somos todos” exclusivamente a la publicidad.
Castro decía que ese eslogan "fuerza a plantearse la naturaleza del delito contra la Hacienda pública como atentado a un bien jurídico colectivo de interés general y que, por tanto, no vulnera un bien jurídico individual, que pudiera ser propio y exclusivo de la Agencia Tributaria". Se refería el juez a que la doctrina Atutxa, según su interpretación, anula la doctrina Botín en el sentido de que, cuando lo que se protege con el delito es un bien colectivo, la acción popular sí está legitimada para sostener la acusación por sí sola, aunque no lo hagan el Ministerio Fiscal ni el perjudicado por el posible delito.
Y está muy bien, porque es una forma de saber qué es el Estado (el Erario dle Estado), según el Estado. O mejor dicho; qué no es el Estado: un bien colectivo. Y el asunto no es opinable ni discutible. Porque si no estuviéramos de acuerdo, quien puede resolver la discusión serián los jueces. Exclusivamente. O sea, el Estado.Bien, si el Estado y su Erario no son bienes colectivos, son bienes individuales. De un individuo jurídico llamado, precisamente, Estado. Cosa que supongo que los españoles ya sabíamos, y por eso nadie le pone mala cara aquí a un evasor de impuestos. Con razón; todos quisiéramos serlo, y nos bandeamos como podemos. Pero es la única actitud razonable cuando los bienes del estado son individuales, y no colectivos. El Estado es el enemigo, como sabe todo italiano desde que nace, y desde antes de Cayo Julio César. Nuestros primos siempre han sido más listos, y a ellos no se la dan con publicidades. Nunca se ha creído ese cuento. Ahora nosotros tampoco.
Ripoll (el Estado) nos lo ha dejado tan claro como ella dice que lo ha dejado el Tribunal Supremo. Y la próxima vez que un político cretino y mamón hable mal de los defraudadores a hacienda, sonreiremos con sorna. ¡Otro listillo que quiere hacernos imaginar que Hacienda somos todos! Los cojones. Y Ripoll.
La lección del caso de la Infanta tiene un corolario. Debe haber estados de tipo diferente. Unos estados son cafres, como España, dónde un ente extractor llamado Estado es el propietario de la extracción. No es muy distinto del Anciene Régime, en el que el producto de los impuestos era propiedad de un individuo. Pensar que aquello era de todos hubiera despertado aproximadamente las mismas carcajadas que deben soltar nuestros políticos ante esa idea. Otros estados tal vez no sean cafres, porque le pueden dar de hostias a quien sugiera que el dinero público no es público. Y el único problema consiste en saber dónde vives.
EL segundo corolario es que eso que llaman “regeneración democrática” es una chorrada mientras no pasemos de un estado cafre a uno civilizado. No hay regeneración democrática posible sin basarse en la idea de que el erario es sagrado, y del sudor de todos. Y en esa circunstancia es, tal vez, donde más sentido tiene el liberalismo -digamos- extremo. Es difícil discutir que los países con estado muy grande, pero en su version civilizada, son muy vivibles y recomendables. Pero parece idiota discutir que, si se trata de tener un estado cafre, es mejor que sea pequeñito. Menos daño podrá hacer.
Si no defraudas a Hacienda, pudiendo, eres bobo. O cobarde. 😉 En España, quiero decir; y a partir de Ripoll.
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Añadido. No se entienda mal esta entrada. No estoy diciendo que sí se deba juzgar a la infanta, o a cualquier otra señora / cónyuge en su misma situación. No tengo ni idea. Lo único que sostengo es que el argumento Ripoll es la definición de un Estado cafre. No es el máximo del Estado cafre, obviamente. Es más cafre asesinar o secuestrar, que robar. Pero supongo que se entiende la idea. La única forma de que los impuestos no sean un robo es que sean, efectivamente, de todos.
El Estado cafre puede tener alguna disculpa o virtud. Se puede pensar que es mejor que sólo haya un asesino y ladrón (un abusón, vaya), en vez de un montón. Es mas facil manejarse, porque sólo hay que tratar con uno. Y posiblemente el monopolio del abuso pueda reducir el nivel total de abuso. Probablemente es mejor Chicago repartido entre la mafia por zonas, que todas las bandas exprimiendo toda a ciudad desordenadamente. Pero no deja de ser mafia y cafre.