¿Qué hacemos con los partidos políticos?
La falacia habitual dice que la democracia es el menos malo de los sistemas. Y es falacia porque "la democracia" no existe. Lo que hay es esta o aquella democracia, que se parecen muy poco. Decir "la democracia" no es decir nada.
Hay quien llama democracia a lo que tenemos en España, porque se celebran elecciones (como en Venezuela). Y la pregunta es: ¿Si hubiera una mayoría de españoles contrarios al cambio constitucional - por la puerta de atrás, llevado a cabo con el Estatuto de Cataluña, tendría reflejo esta opinión en el gobierno de la nación? Todos sabemos que no. Lo mismo que si hubiera una mayoría de españoles que opinaran que se debería poder estudiar, o tratar con las administraciones, en español, en cualquier parte de España. O que no vale el sistema del Tribunal Constitucional, tras la vergüenza de la sentencia sobre Bildu. O disminuir los innumerables chollos y cholletes, y taifas, que los políticos se van creando.Hay mil ejemplos, pero el caso es que los españoles pueden opinar misa, porque no importa. Lo que importa es lo que opinen, o quieran, Zapatero y Rajoy. Es mentira que elegimos el gobierno; solo elegimos entre la reducida oferta de un duopolio en el que no podemos influir. Los partidos están dirigidos con mano de hierro por una cúpula “ocupa”, y no hay competencia interna real de ideas y candidatos, para que la sociedad pueda ir filtrando antes de la elección final. Se le puede llamar democracia si uno se empeña, pero duopolio mafioso es mucho más atinado.
Numerosos autores están señalando que hemos llegado al final del recorrido del sistema de la transición, y que hay que encarar un cambio. Pero piensan fundamentalmente en un cambio de la constitución, sin darse cuenta, aparentemente, de que la constitución la cambian los partidos. Si no obligas primero a que los partidos cuenten con la opinión de la gente, solo acabarás teniendo la constitución de Zapatero y Rajoy, para Zapatero y Rajoy. O los que les hayan sustituido. Si no se cambia el sistema por el que se rigen y funcionan los partidos, nada cambiará. Seguiremos inmersos en una cleptocracia arbitraria. Antes de cambiar la constitución, o cualquier otra cosa, hay que cambiar cómo funcionan los partidos.
Esta creo que es la síntesis de lo que hemos vivido los que nos sumamos ingenuamente a UPyD para tratar de corregir la merdé. Hemos visto en directo todos los trucos y trampas, y las absurdas justificaciones teóricas, para hacer que un partido político no sea competencia, selección, y cauce de ideas hacia la política, sino la mera transmisión de la opinones de los “ocupas” de la cúpula hacia la plebe. Y el partido que pretendía regenerar la política en España, nada menos, se convirtió en el Partido de Rosa Díez y sus dos mosqueteros. Un partido al servicio del poder de una persona, como cualquier otro.
Y sin embargo los ocupas, antes de serlo, opinaban como nosotros. Y proclamaban que la democracia en los partidos era un asunto del interés de la sociedad entera. Por ejemplo:
Apostaría a que mucha gente estará de acuerdo, deberíamos comunicarlo, y animar a nuestros conciudadanos, sean de la tendencia o partido que sean, a sumarse. Para abrir los partidos. Para que de los partidos salga, no un ordeno y mando, sino la posibilidad real de decidir si preferimos que en el PP del País Vasco predominen las ideas de Antonio Basagoiti o las de Nera Alzola, sin que lo elija Rajoy por nosotros. Para saber si preferimos que el PSOE presente una politica económica pensada por Jordi Sevilla, o una política territorial en la línea de Joaquín Leguina, o que todo quede al arbitrio de Zapatero. Eso sí sería más democracia.Y después, con los partidos abiertos y los ocupas en la calle, podemos pensar en cosas como una …
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Y el mismo día nos encontramos con Corcuera en las noticias, aquel de la ley de la patada en la puerta que corrigió un Constitucional al que aun le quedaba algo de vergüenza (hoy, colaría). Le denunciaron dos policías municipales de Sevilla a los que Corcuera se les puso farruco porque le pedían que se identificara si pretendía ingresar en la Feria de Sevilla, con el coche, por donde el público no puede. Incomprensible: El ex ministro pretendía, con gritos y amenazas, que como su chófer había mostrado un carnet de policía, eso demostraba que era un coche oficial, y podía pasar por ahí. Y los munipas que no. Al final, cuando el policía / chófer de Corcuera dijo que se trataba del antiguo ministro del Interior aficionado a las películas del oeste, le dejaron pasar como coche oficial.
O sea que porque un bruto indocumentado haya sido ministro, su coche ya es oficial mientras viva, y accede a la Feria por donde los mortales no pueden. Y ... te vas a enterar tú de quién soy yo.Ese es nuestro sistema, le llames como le llames.